VÍCTIMAS Y VERDUGOS
por Josu Montero
por Josu Montero
ÑAQUE · Duda Razonable
Os traemos una extraordinaria crítica de Josu Montero sobre el texto teatral editado por ÑAQUE Editora, DUDA RAZONABLE, del dramaturgo BORJA ORTIZ DE GONDRA.
Gracias Josu ¡¡¡¡
Con dedicación como la tuya, el buen teatro de los grandes dramaturgos está a salvo ¡¡
La crítica está publicado en la revista de Artes Escénicas Artez. Ese es el enlace para que, además de leer la crítica de Josu, podáis pasearos por todas sus páginas que siempre resultan realmente interesantes.
En este otro enlace, en un click, podéis ver un vídeo, descargar el prólogo y mucho más sobre DUDA RAZONABLE y sobre Borja Ortiz de Gondra.
A continuación, también os reproducimos el artículo de Josu Montero.
CRÍTICA del texto DUDA
RAZONABLE en la revista Artez, por Josu Montero
VÍCTIMAS Y VERDUGOS
Recuerdo tres obras recientes de dramaturgos españoles
que conjugan la estructura de thriller, de la pesquisa policial -sin policías- para tensar unas
tramas que tiene más que ver con una denuncia de aspectos poco visibles y
terribles de nuestra sociedad. En las tres obras el conflicto tiene que ver en
principio -aunque apuntan mucho más allá-
con el abuso sexual sobre menores. Tres dramas bien diferentes que si
algo tienen en común es la audacia formal de los tres dramaturgos para plantear
estructuras dramáticas que agarran al lector por las solapas y le involucran en
la historia y en el estado de cosas denunciado. Me estoy refiriendo a
‘Grooming’ del andaluz Paco Becerra, ‘El principio de Arquímedes’ del catalán
Josep María Miró y de ‘Duda razonable’ del vizcaíno Borja Ortiz de Gondra. De
las dos primeras ya nos hemos ocupado meses atrás en esta misma página, así que
echaremos aquí vistazo a la tercera, estrenada por Vaivén a finales de 2010 en
Donostia y publicada por la editorial
Ñaque.
Leyendo ‘Duda razonable’ me vienen a la mente un par de
celebradas obras teatrales con las que comparte importantes aspectos a pesar de
la lejanía estética con ambas. La primera de ellas es ‘El tragaluz’, de
Buero Vallejo; en ella los protagonistas
son dos hermanos netamente diferenciados: el trepa, el que se ha subido al tren
del caiga quien caiga; y el sacrificado, el que se ha quedado arrumbado, al
margen, por tener que asumir las responsabilidades de las que el otro se ha
librado. Verdugo y víctima. Eso mismo sucede en esta obra de Ortiz de Gondra,
aunque en este caso no esté nada claro durante casi toda la obra quien es uno y
quien es otro; y de hecho ahí está la lectura moral del drama. Por un lado
tenemos al matrimonio burgués: Javier es catedrático de lingüística y a la
espera de ser nombrado Director de Departamento; Olga es periodista y escritora
en ciernes que acabará publicando su primera novela al usar hipócritamente como
argumento la historia de la finalmente será su víctima. La víctima es la joven
Lucía, que se dedica a limpiar casas, entre ellas la de Javier y Olga, para
pagarse la carrera; de hecho es alumna de Javier, lo que Olga desconoce, pero
también desconoce Javier ya que nunca han coincidido en la casa. La cuarta
parte de este drama es Diego, el padre de Lucía, una hombre menos civilizado
que el matrimonio o que su propia hija. Lucía acabará siendo la víctima no sólo
del hombre que abusa de ella aprovechando las circunstancias y los lazos
familiares sino de Olga y de Javier, e incluso de su propio padre.
La segunda obra a la que de alguna manera ‘Duda
razonable’ me recuerda es ‘Llama un inspector’, de J.B. Prestley, por el
desvelamiento que en ambas obras se produce de cómo todos han puesto su
granito, o su saco, de arena para que la víctima acabe siéndolo. Desvelar la
doble moral, la hipocresía social, la imposibilidad de ver al otro, de ponerse
en el pellejo el otro. Cada uno de los personajes de esta obra ignoran aspectos
cruciales relacionados con la vida de sus seres más próximos. Nadie conoce a nadie,
o mejor, nadie quiere conocer realmente a nadie, ya que lo que prima es
preservar lo propio a cualquier precio. Esto entronca con una de las
preocupaciones esenciales del dramaturgo vasco: la certeza de que estamos
hechos de fragmentos provenientes de las vidas de los otros, y consecuentemente
la responsabilidad de cada uno en la vida de los otros, y los límites morales
entre la acción e inacción.
Los comportamientos de todos los personajes comienzan
siendo aparentemente razonables, y el autor se encarga de sembrar poco a poco
en los lectores dudas acerca de lo verdadero y lo falso, la realidad y la
apariencia, la verdad y la mentira, lo noble y lo hipócrita, lo generoso y lo
interesado, el favor y la extorsión, el amor y la videncia. Lucía se olvida un
día el bolso en casa de Olga y Javier; el móvil suena. Olga lo coge y escucha a
un hombre que sin dejarla hablar la amenaza violentamente; un poco después
reciben incluso un mensaje de imagen en el que un hombre golpea a una mujer,
ambos inidentificables, mientras las amenazas vuelven a arreciar. El matrimonio
avisa a la chica, le cuenta lo de los mensajes y se ofrecen a ayudarla, pero
Lucía afirma que debe tratarse de una equivocación o de un bromista. Para
recoger el bolso en lugar de Lucía aparece en casa del matrimonio un hombre de
aspecto descuidado y algo violento de maneras que afirma ser su padre. A partir
de ahí los acontecimientos se disparan y entran en una dinámica kafkiana que va
agravando la situación, todos tienen una cara oculta y unos intereses
inconfesables o al menos inconfesados, y por tanto a nadie le interesa que las
cosas se aclaren. Todos son una amenaza para todos, y los roles de acusado y
acusador, agredido y agresor, víctima y verdugo se difuminan. Ortiz de Gondra
consigue que al lector se le mueva todo, logra colocarle sobre las arenas
movedizas de lo incierto; las elipsis, la fragmentación, las transiciones
rápidas, el empleo de diferentes perspectivas, las pistas falsas… contribuyen a
la tensión del drama –también a su tensión moral- y a la necesidad de que el
lector se involucre en él.
Hay un buen número de personajes que no materializados
físicamente en escena, y cuya invisibilidad les confiere una cualidad indenfinidamente
amenazante; dos de ellos son centrales en la trama: el verdugo material y el
joven estudiante marroquí “amigo” de Lucía, y que en una primera violenta
escena, a oscuras, desvela las latentes pulsiones de su profesor, Javier; y así
permanecen, latentes a lo largo de todo el drama. Esta rápida primera escena –Prólogo-
se completa con la imagen de Lucía llorando mientras habla por teléfono e
intenta apaciguar a alguien. Ya ha sembrado aquí el dramaturgo las semillas del
equívoco y la confusión que desarrollará a lo largo de trece escenas y un
Epílogo tremendo a cuatro voces.
Todos los personajes tienen un pasado traumático, más o
menos vedado que irá aflorando, arrinconándoles y determinando sus
comportamientos. Los equívocos, las omisiones, los engaños, las suposiciones
erróneas, las falsas deducciones entre los personajes, y entre la escena y el
público, crean una atmósfera llena de huecos, de amenaza latente, de sospecha
general donde todo tiene doble filo. Las palabras de los personajes están
siempre empañadas por su interés, sus miserias, sus flaquezas, sus miedos.
Josu Montero para Artez
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