'Cuaderno de Dirección Teatral'
#CÍTAME · JN14
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'El director siempre es un impostor, un guía nocturno que no conoce el territorio, y, no obstante, carece de elección; ha de guiar y aprender el camino mientras lo recorre'
Peter Brook
Cuaderno de Dirección Teatral Agapito Martínez Paramio Ñaque editora |
Pocas profesiones como la de director teatral ofrecen una variedad tan grande de perspectivas de acercamiento. Cada director difiere de otro por sus distintas motivaciones, temperamento, cualidades dominantes, inclinaciones, búsquedas personales, pero a todos les une un mismo medio de trabajo, un oficio.
La misión fundamental del director es la de transmitir a un público determinado una historia mediante una acción dramática utilizando unos medios humanos y técnicos que están orientados y medidos por su voluntad. Esta alambicada enunciación, proporciona los tres dispositivos vitales de expresión con los que cuenta el director para efectuar el montaje: los medios humanos y técnicos, el espectador y la historia.
El director ha ido adquiriendo un sinfín de nuevas competencias, pero se pueden deducir tres roles fundamentales que definen las diversas tipologías que adopta cuando se enfrenta a un montaje:
· el de creador, se preocupa, ante todo, por implantar y generar un mundo propio sobre el escenario. Intuitivo o reflexivo, da un toque insólito a su obra. Busca dentro de sí mismo, para luego dejar marcada su huella y su deseo de originalidad e inventiva en cada fase de la representación. Su dirección exige un trato firme, medido y reconocible. Meyerhold, Graig, Kantor...
· el de pedagogo o guía, es el maestro que ante todo instruye, orienta y aconseja. Entrena, propone ejercicios y dirige pautas que guían la exploración. Y todo para que el actor consiga apropiarse de un texto o una partitura marcada por la unidad integral de su trabajo corporal y mental. Confía que llegado el momento el actor, sugestionado, hará florecer el texto e iluminará la representación. Stanislavsky, Vilar, Grotowski...
· el de director coordinador, sobre todo unifica, integra y organiza el trabajo de las distintas individualidades creativas para componer el espectáculo. Suele proporcionar una atmósfera en la que todo el equipo pueda crear. Cuando monta una obra se documenta, estudia, analiza y planifica con detenimiento los ensayos para conseguir que las diferentes operaciones sumen sus fuerzas y construyan un espectáculo coherente, rico en significados y recursos estilísticos. Bercht, Copeau, Piscator...
......
De entrada la tarea del director consiste en examinar con detenimiento el texto, o, si este no existe, en componer un conjunto de imágenes, ideas o sensaciones. Más adelante pensará en como llevar esas ideas a la práctica, es decir, determinará los actores con los que cuenta, la escenografía, música y técnicos que desea, y calibrará el tiempo y el dinero de que dispone para la producción. Tarea ingente sin duda.
En el campo intermedio que va de la idea a su realización surge la necesidad perentoria del cuaderno de dirección. El director diseña los planos de su construcción mediante una serie de reglas particulares adquiridas con el estudio y la experiencia; ordena la disposición de aquello hacia lo que dirige su mente, ya que sabe que la mente es una potencia indecisa que se siente más aliviada cuando conoce hacia donde encauzarse. Todas estas operaciones son recogidas en el Cuaderno de Dirección.
Considerando que nuestros primeros pensamientos y análisis suelen ser oscuros y generales, el cuaderno resulta un puntual instrumento para que en él se vayan dilucidando, siguiendo la vieja norma que nos lleva de lo general o lo particular. De esto modo se determinarán las direcciones específicas a seguir, con esquemas mejor que con innumerables palabras. Esta es un labor larga y ardua. Establecer el cálculo, la jerarquización y la nitidez de conceptos resultan, por lo general, procesos agotadores, pero necesarios.
Las funciones del Cuaderno de dirección son:
· Aclarar y definir ideas,
· Guiar y orientar el trabajo del equipo,
· Estimular la búsqueda y la maduración, y
· Servir de diario en el proceso de trabajo.
La misión fundamental del director es la de transmitir a un público determinado una historia mediante una acción dramática utilizando unos medios humanos y técnicos que están orientados y medidos por su voluntad. Esta alambicada enunciación, proporciona los tres dispositivos vitales de expresión con los que cuenta el director para efectuar el montaje: los medios humanos y técnicos, el espectador y la historia.
El director ha ido adquiriendo un sinfín de nuevas competencias, pero se pueden deducir tres roles fundamentales que definen las diversas tipologías que adopta cuando se enfrenta a un montaje:
· el de creador, se preocupa, ante todo, por implantar y generar un mundo propio sobre el escenario. Intuitivo o reflexivo, da un toque insólito a su obra. Busca dentro de sí mismo, para luego dejar marcada su huella y su deseo de originalidad e inventiva en cada fase de la representación. Su dirección exige un trato firme, medido y reconocible. Meyerhold, Graig, Kantor...
· el de pedagogo o guía, es el maestro que ante todo instruye, orienta y aconseja. Entrena, propone ejercicios y dirige pautas que guían la exploración. Y todo para que el actor consiga apropiarse de un texto o una partitura marcada por la unidad integral de su trabajo corporal y mental. Confía que llegado el momento el actor, sugestionado, hará florecer el texto e iluminará la representación. Stanislavsky, Vilar, Grotowski...
· el de director coordinador, sobre todo unifica, integra y organiza el trabajo de las distintas individualidades creativas para componer el espectáculo. Suele proporcionar una atmósfera en la que todo el equipo pueda crear. Cuando monta una obra se documenta, estudia, analiza y planifica con detenimiento los ensayos para conseguir que las diferentes operaciones sumen sus fuerzas y construyan un espectáculo coherente, rico en significados y recursos estilísticos. Bercht, Copeau, Piscator...
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De entrada la tarea del director consiste en examinar con detenimiento el texto, o, si este no existe, en componer un conjunto de imágenes, ideas o sensaciones. Más adelante pensará en como llevar esas ideas a la práctica, es decir, determinará los actores con los que cuenta, la escenografía, música y técnicos que desea, y calibrará el tiempo y el dinero de que dispone para la producción. Tarea ingente sin duda.
En el campo intermedio que va de la idea a su realización surge la necesidad perentoria del cuaderno de dirección. El director diseña los planos de su construcción mediante una serie de reglas particulares adquiridas con el estudio y la experiencia; ordena la disposición de aquello hacia lo que dirige su mente, ya que sabe que la mente es una potencia indecisa que se siente más aliviada cuando conoce hacia donde encauzarse. Todas estas operaciones son recogidas en el Cuaderno de Dirección.
Considerando que nuestros primeros pensamientos y análisis suelen ser oscuros y generales, el cuaderno resulta un puntual instrumento para que en él se vayan dilucidando, siguiendo la vieja norma que nos lleva de lo general o lo particular. De esto modo se determinarán las direcciones específicas a seguir, con esquemas mejor que con innumerables palabras. Esta es un labor larga y ardua. Establecer el cálculo, la jerarquización y la nitidez de conceptos resultan, por lo general, procesos agotadores, pero necesarios.
Las funciones del Cuaderno de dirección son:
· Aclarar y definir ideas,
· Guiar y orientar el trabajo del equipo,
· Estimular la búsqueda y la maduración, y
· Servir de diario en el proceso de trabajo.
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Este mes: ‘Cuaderno de Dirección Teatral’, de Agapito Martínez Paramio, editado en ÑAQUE.
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Cristina M.Ruiz
Es una iniciativa de LIBRERÍA DE TEATRO y ÑAQUE Editora
http://www.libreriadeteatro.com/
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