POR LA CALLE DEL INFIERNO
crítica de María Jesús Bajo a 'La calle del infierno'
Como os comentábamos en otras entradas de este blog de ñaque, la AAT (Asociación de Autores de Teatro) realiza una extraordinaria labora en favor de teatro, especialmente del teatro contemporáneo.
Desde su sitio web El Kiosco teatral aborda el teatro de 'aquí y ahora' en su apartado Leer Teatro con las mejores críticas, los mejores estudios, de la mano de sus colaboradores, sobradamente conocidos y reconocidos todos ellos.
Os animamos a todos a seguir de cerca a El kiosco teatral de la AAT.
En ese 'aquí y ahora' de ese Leer Teatro ha estado presente ÑAQUE con sus autores, o los autores con su ÑAQUE desde un primer momento, porque así ha querido David Ladra con su extraordinario artículo Conversación bajo el glaciar sobre 'Deja el amor de lado' de José Sanchis Sinisterra.
Lo ha querido Javier de Dios con su magnífico artículo Tal como somos sobre 'Cuando fuimos dos' de Fernando J. López.
Y también María José Bajo, con Por la calle de infierno de Antonio Onetti sobre 'La calle de infierno' de Antonio Onetti.
Gracias AAT, gracias David, Javier y María Jesús por hacer que el teatro 'de aquí y ahora' ocupe el lugar que se merece. Y gracias José, Fernando y Antonio por poner el listón tan alto¡¡¡
Para todos nuestros seguidores ñaqueros os reproducimos el fantástico artículo de María Jesús Bajo para El Kiosco teatral.
Por la calle del infierno de Antonio Onetti
La calle del infierno. La puñalá. Líbrame, señor, de mis cadenas. Rave party. Nadia o los enanos van creciendo. Naturaleza muerta.
La calle del Infierno, publicada por Ñaque Editora en la serie Literatura Autores, comprende los títulos La calle del Infierno, La puñalá, Líbrame, Señor, de mis cadenas, Rave party, Nadia o los enanos van creciendo y Naturaleza muerta, del dramaturgo Antonio Onetti. Licenciado por la RESAD, ha realizado estudios de interpretación y dirección, además de escritura dramática. También se ha dedicado durante años a la docencia. En la actualidad, gran parte de su actividad literaria se centra en la producción de guiones para el cine y la televisión, ámbitos en los que ha obtenido grandes éxitos. También dedica buena parte de su tiempo a la gestión en la Fundación Autor. Todo ello sin abandonar el teatro. De Despeñaperros para arriba se considera a Onetti miembro de la denominada “generación Bradomín”, y en Andalucía compañero de Alfonso Zurro, Antonio Estrada, Juan Larrondo y Antonio Álamo.
Las obras incluidas en este libro comprenden dos etapas algo distanciadas en el tiempo: mientras queLa puñalá es de 1986 y Líbrame señor de mis cadenas es de 1989, las demás obras fueron escritas entre 2001 y 2006. Sin embargo, todas ellas han sido estrenadas y editadas con anterioridad, exceptoRave party.
La obra que da título a esta edición, La calle del Infierno, se desarrolla durante la Feria de Sevilla. Tres compañeras de trabajo, después de bailar y cantar, acuden a la calle del Infierno, un espacio anexo al recinto ferial que acoge las atracciones. En este espacio bullicioso, y aparentemente sin motivo alguno, una de las tres mujeres se suicida arrojándose de la noria. Este hecho explicará la trama de relaciones que une a estas amigas. El autor muestra, como si portara una cámara cinematográfica, las pequeñas vidas de sus personajes, vidas, por otro lado, similares en frustraciones y esperanzas a las de la mayoría del público; esto hace que el tinte local que impregna toda la obra no sea más que un punto de referencia, un lugar de partida, desde donde se irradian sentimientos y problemas humanos de índole universal. La calle del Infierno ha sido representada en España y Brasil por diferentes compañías y con interesantes resultados, como los obtenidos por las actrices de Valiente Plan.
La puñalá, el texto más antiguo, cronológicamente hablando, transcurre igualmente en Sevilla, ciudad natal del autor, pero, en este caso, en otra de sus celebraciones más conocidas: la Semana Santa. Los protagonistas son La Winston, un travesti cincuentón propietario de un carrito de chucherías y tabaco, y un ladronzuelo de poca monta, El Malacara. La Winston, en un acto de enajenación, mezcla de fervor religioso y avaricia, roba las joyas, incluido el puñal del pecho, de una emblemática Virgen. A su vez, El Malacara pretende robarle el botín, hecho que, a la postre, provocará un trágico final. Es una obra circular, rápida en su devenir dramático, se mueve entre la comedia y el drama, que protagonizan unos personajes marginales, los cuales, en el fondo, lo que de verdad ansían es participar de la “normalidad” social de la ciudad.
Líbrame, Señor, de mis cadenas es otra obra que pertenece a la primera producción del autor. Texto propio de una realidad que ya en los ochenta empezaba a hacerse visible: la droga y sus consecuencias. En esta obra vemos como una mujer que ha saldado sus cuentas con la sociedad y ha abandonado la droga gracias a la fe recuperada, cae nueva e irremisiblemente en su dependencia. Los personajes son marginados absolutos, carne de presidio y serios aspirantes a una muerte por sobredosis. Onetti se asoma a esta temática con maestría y gran precisión en su ejecución, consiguiendo así un retrato bastante verosímil y no exento de cierto humor.
Le sigue Rave party, que representaba a la gula en Los siete pecados capitales, puesta en escena por el CAT en 2004, bajo la dirección de Alfonso Zurro. En este caso, la gula no es un pecado ligado al exceso gastronómico, sino al afán de engullir la vida sin saborearla, aderezada con toda clase de drogas y, sin embargo, privada de sazón, es decir, de sentido común. Esto es lo que conduce a un grupo de jóvenes a una fiesta desenfrenada, dirigida por un traficante sin escrúpulos. La velada acaba entre la ensoñación y el delirio, como una metáfora de la misma realidad en que se ha convertido la vida cotidiana de los personajes, expuesta sin ningún tapujo. El autor abre nuevamente una ventana al mundo de la droga, pero no al marginal, sino al de los jóvenes acomodados, que lo poseen todo menos una verdadera vocación de vivir. Lo onírico y lo simbólico interactúan como distorsionadores de esa realidad. Rave party es otra muestra de la capacidad dramática onettiana, expresada siempre con un lenguaje actual y directo.
Nadia o los enanos van creciendo es el penúltimo texto del volumen y el único editorialmente inédito hasta el momento. Valiéndose de una metáfora teatral, en un restaurante de moda, a modo de menú se le sirve a una pareja la realidad de su propia vida. El desarrollo de esta obra breve está inmerso en lo metateatral, de manera que la misma profesión dramática se ve reflejada en ella. O, visto desde otra perspectiva, presenta lo que de teatral tiene la vida. Expone, entre juegos escénicos, los entresijos de la relación de un matrimonio y el carácter acomodaticio de la sociedad en que viven.
Naturaleza muerta es obra “en un suspiro”, como la denomina su autor. Este último texto es una pieza breve, que representa las consecuencias de un interrogatorio llevado hasta el límite, la violencia ejercida por cualquier Estado y amparada por las reglas. Con solo unas certeras pinceladas, describe la frialdad de la maquinaria y la oscuridad del poder, para el que la vida humana tiene un valor meramente relativo.
El título del volumen es un buen resumen temático de las obras, el infierno interior y la ruta que conduce a sus personajes hacia él. El autor construye pequeños universos cerrados, mundos marginales como metáforas de la realidad, sin posibilidad de escape para sus protagonistas, títeres que se ven empujados indefectiblemente a un desenlace fatídico. La vida llevada al extremo, es decir a la muerte, presente en todas las piezas, cuyo desenlace trágico y de forma indigna constituye el único final posible para estos seres infelices, que no han tenido o no han querido una oportunidad. Como dice Juani –la limpiadora de un supermercado que se suicida en la noria de la calle del Infierno– en sus reflexiones previas a su muerte “voluntaria”: “…tampoco sé lo que es la dignidad. Eso es cosa de quien se lo pueda permitir”.
En definitiva, estas obras son una buena muestra de la trayectoria dramática de Antonio Onetti, pues aunque pertenecen, como ya hemos dicho, a dos épocas alejadas entre sí, muestran a un autor siempre fiel a su estilo, a su práctica del realismo, que él explica (en la entrevista que cierra el volumen) no como una estética, sino como “un teatro que hable de la realidad del ser humano”. Realismo que apenas transgrede en sus monólogos dirigidos directamente al espectador en La calle del Infierno, en el guiño metateatral de Nadia o los enanos van creciendo, o en el delirio de Rave party. También el submundo de la marginalidad, casi omnipresente en la obra de Antonio Onetti, y muy especialmente en las obras que componen este volumen.
Desde un punto de vista más formal, une a todas estas obras su carácter breve. La más larga, sin llegar a una duración convencional, es La calle del Infierno. Todas alimentan a pocos personajes y proponen escenografías abiertas e imaginativas, muy adecuadas para compañías de pequeño o mediano formato. Igualmente, se observa en todas ellas ese contacto con el magisterio, que el autor jamás ha abandonado del todo, en la forma de caracterizar a los personajes y de facilitar la interpretación a los actores con un lenguaje certero y un diálogo ágil.
El libro es una afirmación de la irrenunciable condición de dramaturgo que posee el autor, a pesar de que en los últimos tiempos ha estado más volcado en la televisión y el cine, donde, por cierto, tampoco pierde su sello inconfundible en cuanto a temática y estilo. En definitiva, este volumen es una buena muestra del teatro de Antonio Onetti, que, fiel a sus principios escénicos y sociales, nos ofrece un puñado de obras repletas de retazos de vidas, dispuestas siempre a subir a escena en cuanto cualquier director las tome de la mano.
María Jesús Bajo
Centro de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía
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