“Vivir significa experimentar a través
del hacer,
del sentir y del pensar”
Csikszentmihalyi
Hacer,
sentir, pensar, ¿por qué? El ser humano es capaz de vivenciar situaciones en la
vida, producto de una asimilación e interiorización hacia la expresión: una
comunicación hacia el exterior. Ambas nacen en el interior y desean salir a la luz. Podemos considerar los modos
compartidos como una esfera que rodea, en el mundo, al ser humano; por un
lado la asunción se refiere a pensar y sentir, y por otro la comunicación a
sentir, pensar y actuar. ¿Dónde empieza un modo y dónde acaba el otro?, es
evidente que no es fácil hacer una distinción entre estos modos compartidos, ni
siquiera de los diversos aspectos que conforman y enriquecen lo que hoy
entendemos por cultura.
Los productos de la cultura son
resultados de los modos compartidos de
pensar, sentir y actuar del ser humano; ¿del cuerpo, del intelecto, del alma?,
parece que todo anda conectado. Si dividiéramos al ser humano en piezas, y
éstas fueran sus constituyentes, ¿cuál sería más importante?, ¿cuál de ellas
definiría lo humano?, ¿de cuál de ellas podríamos prescindir en la concepción
del ser humano? Parece complejo, y sin embargo, la respuesta se halla en el alma humana, que se precipita
a levantar la mano para tomar voz: “ni mi cuerpo, ni mi intelecto, ni todo aquello que se halla
oculto dentro de mí, se halla independiente”.
En
consecuencia, el ser humano, en su globalidad, posee distintos aspectos: físico
o corporal, anímico o emocional y simbólico o intelectual. Entendemos que en
las personas la cultura es unitaria, holística; y de esta manera participa la
persona en la cultura. La cultura se refiere a las formas pautadas de pensar,
sentir y comportarse.
“Cuando vivir comunica anhelo al que
vive,
la vida se vuelve significativa”
William
James
"Sólo los ideales y las personas
idealistas son capaces de propiciar cambios educativos significativos": es
principio básico el que mejorar en lenguaje y en comunicación (aspectos
verbales y no verbales) es tanto como humanizar la escuela.
Si propiciamos cambios actitudinales en
los estudiantes conseguiremos avances en el aprendizaje de contenidos y
procedimientos.
'HACER, SENTIR, PENSAR' es una línea de
trabajo que ofrece a los docentes de la educación obligatoria alternativas o
propuestas metodológicas válidas para la tutoría, la educación física y los
idiomas para que en definitiva los estudiantes emprendan actividades dinámicas,
lúdicas, creativas y cooperativas que hagan que los niños, niñas y adolescentes
se encuentre más a gusto en los centros escolares.
Plantear actividades eminentemente
comunicativas nos inserta a docentes y discentes en la realidad más humana: que
las personas “estamos hechas” para la comunicación; y por tanto, facilitar o
promover estos cauces hace que nos encontremos más con nos-otros mismos al
encontrarnos con los demás en el sentido más antropológico del término
“encuentro” (López Quintás, 1997).
La adecuada aplicación de las prácticas
pedagógicas de 'HACER, SENTIR, PENSAR' contribuirán al crecimiento personal de
los estudiantes pues con ellas se alcanza en buena medida la mayor conciencia y
aceptación corporal (“siento que siento”), la armonía mundo exterior y mundo
interior, la sensibilidad, la capacidad expresiva, la autoestima y, al mismo
tiempo y como objetivo preferente, la comunicación, uno de los grandes y
difíciles temas para los seres humanos de todas las épocas y, paradójicamente,
del siglo de los mayores avances tecnológicos y comunicativos, los siglos XX y
XXI. En efecto, el hecho de que nos podamos comunicar más, con mejores medios
técnicos no quiere decir que la calidad de las relaciones interpersonales haya
progresado en igual medida. En este sentido, algunas de las actividades que se proponen
inciden precisamente en aprender a escuchar al propio cuerpo en primer lugar, y
en segundo lugar a escuchar a nuestros semejantes, lo que implica también una
actitud corporal bien dispuesta y cercana.
Por tanto, es la intención de Jesús
Moreno y Jesús Paredes, autores de 'HACER, SENTIR, PENSAR' no sólo instruir o
enseñar en destrezas comunicativas desde la corporeidad y hacia la palabra,
sino sobre todo educar a los sujetos en actitudes comunicativas; es decir,
“educare” en el sentido más profundo y etimológico del término: por una parte “educare” como alimentar o nutrir la
comunicación; por otra, “educere”
como sacar fuera o extraer del interior de los estudiantes las muchas
potencialidades comunicativas que poseen. El primer étimo latino incide en el
matiz activo del docente; por el contrario, el segundo término latino subraya
la acción y el mayor protagonismo del discente. Tras esta matización
etimológica, destacar el mayor interés pedagógico del segundo étimo latino,
pues potencia el aprendizaje por descubrimiento y la autonomía de los
estudiantes (aprender a aprender).
De ahí que ante la misma raíz
morfológica de “duco”, soslayemos vocablos tales como “seducir”,” inducir” o
“conducir”. Por tanto, pretendemos contribuir a que los niños, las niñas y los
adolescentes saquen lo mejor de ellos mismos, o dicho de forma más sencilla, educar.